martes, 21 de enero de 2020

Alejandro “Droopy” García: el bluesman del Cabarette


Cuando algunas personas escuchan a “Droopy” tocar por primera vez en su banda Cabarette, se preguntan cómo el guitarrista con tantas influencias blueseras y rockeras armó y mantuvo esta banda, y para entenderlo hay que entrar en su historia musical.


“Estuve 13 años en Tucumán”, cuenta, “y durante 11 años toqué Blues. Cuando volví a Jujuy en 2001, después de la debacle, cuando se vino abajo el país, quería seguir tocando Blues, y vi que quienes evolucionamos en el estilo en Tucumán no éramos iguales a otros músicos jujeños, el camino no era igual. Íbamos para el lado de Robben Ford o Kenny Wayne Shepherd, algo más moderno, pero sin embargo teníamos reminiscencias a un Blues progresivo, de Lynyrd Skynyrd, Allman Brothers, teníamos los 70 y los 90 en la manga, y todo de afuera”.



Ave Nocturna, la banda principal de Droopy por 8 años, estaba integrada por Seba en batería, Homero en bajo, Nicolás en teclado, Pablo y él en guitarras, y Alejandra Ayala en voz. “Nunca escuché una cantante como ella, es una mezzosoprano que canta de todo, y hasta hace poco tiempo cantaba Folklore, donde le sobraba la garganta, por su formación en Blues. Todo eso me dejó expectativas. En los bares jujeños se hacía Blues tradicional, que me gusta, pero al tercer tema dejo la guitarra y me voy a casa. Puedo escucharlo toda la noche, pero no tocarlo, me siento limitado, porque además soy guitarrista rítmico, no líder, y me di cuenta, tocando Blues, creyendo que era fácil, que para ser primera viola no necesitás mover mucho los dedos, sino tocar lo justo. Y no me daba para eso. En 1993 estaba zapando con otros músicos, cada uno hacía un solo o algo así, y le hice una seña al otro guitarrista para que metiera algo, y nos despeinó con lo que tocó. Es Mateo Carabajal; si tuviera que elegir tocar como alguien, elegiría tocar como él, pero me faltan 4 centímetros más de dedos. Cuando lo escuché, le dije “a partir de ahora hacés los solos, ya las rítmicas”, y hasta ahora toco guitarra rítmica. Si bien ahora soy el único violero, hago los solos también”.



¿Te sentís limitado teniendo que centrarte en la guitarra rítmica?

“No, lo que pasa es que depende del concepto. Cómo llegamos a Cabarette fue gracioso, porque con “Bacho” Auad queríamos hacer Rock Sinfónico, y también armamos un par de  bandas de covers con Raúl Abram, con quien la pasábamos muy bien. Una de ellas fue Tout La URSS. Cuando empezamos con Cabarette la banda era otra, y el cantante, “Miky” Chávez nos dejó para ir a trabajar a Buenos Aires; luego ingresó Pablo Alemán, y en la base quedamos Bacho, Demián Salerno y yo, con Pablo en las voces, y comenzamos tocando Reggae-Funk. Un año después de armarnos, Demián trajo a un ensayo un CD de Sakatalites. Son una banda jamaiquina que prácticamente inventó el Ska. Era una banda de sesionistas que tocaban en canciones de otros artistas, y mientras escuchábamos el disco, apareció la canción “Simmer Down”; cuando empezó, comenzamos a mirarnos raro, varios pedimos repetir la canción y la escuchamos seis veces seguidas. Demián se dio cuenta ahí que había metido la pata: quería tocar Reggae, se lo vimos en la cara, incluso ahora está en La Yugular. Y ese día empezamos a tocar Ska, por la alegría y la energía que transmitía esa canción. De adolescente escuchaba Ska: tengo los dos primeros discos de Los Fabulosos Cadillacs, el primero de Los Pericos, y a esa edad compraba lo que había, aunque no había mucho. Aprendí mucho de guitarra rítmica con ellos”.


A algunos les puede parecer que esas bandas son poco técnicas o musicales, ¿crees que es así?

“Cuando escuchás los primeros discos de bandas argentinas, sí, pero después van evolucionando. Los Auténticos Decadentes empezaron siendo una olla cayendo al suelo, pero actualmente tenés a Jorge Serrano componiendo, y escribe canciones que tranquilamente se podrían hacer en otros estilos. Sin preocupaciones, podría estar vendiendo canciones a cualquier cantante melódico del mundo y viviendo panza arriba en Los Angeles, mirando la playa, sin necesidad de trabajar”.



¿Qué satisfacciones te dio Cabarette que no te dieron el Blues ni el Rock?

“No diferencio mucho eso; pero tengo que decir que me dio la satisfacción de poder desarrollarme como compositor. Cuando tocaba Blues y Rock Sinfónico me basaba mucho en el trabajo de la guitarra, es decir, no como rítmico, sino en canciones de 255 acordes, que era una discusión que siempre tenía con Álvaro Cormenzana, quien me decía que la música no era así. Decía que era demasiado, me mostraba partituras de música clásica de orquesta y me preguntaba “¿dónde ves un acorde acá?” Pero me llevó 10 años entender las cosas que me decía, porque era tan evolucionado, por un estudio formal, y estaba metido en la música popular, que me llevó ese tiempo verlo cuando empecé a hacer cosas. Me permitió, sin saltar del Blues y el Rock al Ska directamente, sino pasando por una banda de covers y de Jazz, ver esto. El Jazz me permitió saber que no soy virtuoso para tocar el estilo, porque no tengo velocidad, conocimiento de escalas, ni la libertad mental que requiere. Tocar Jazz es como abrir un libro, y cada vez que aparece un punto, cambiar de idioma. No tengo esa facilidad de improvisación, solo algunos recursos, pero no tantos. Aunque sacando temas para tocar en el trío de Jazz con Bacho y Santi Arias, descubrí la forma de composición de Duke Ellington, y cuando lo hice, advertí cómo componen los pianistas, y quise hacerlo así. No con el piano, sino con guitarra. Seba Cortéz, un pianista amigo, me dijo una vez: “Chopin era guitarrista. Era pobre, no tenía piano, y tocaba en la guitarra lo que después tocaba en el piano. El piano es bidimensional, y la guitarra, tridimensional. Es parecida al piano pero tenés que tocar de manera diferente para que suene como piano. Pero se puede”. A partir de ahí comencé a componer melodías, y ahí está el secreto de la música: hay miles de canciones con los mismos acordes, pero lo que las diferencia son las melodías y la letra, aunque a la letra actualmente nadie le presta atención. Si tenés una buena letra y un buen estribillo, está bien, es perfecto”.



¿Qué tiene que tener cualquier persona para ser músico hoy?

“Principalmente, imaginación. Para desarrollarla tenés que tener curiosidad y saber usar las redes sociales, Youtube, principalmente. Cuando surgimos no teníamos la facilidad de saber cómo se toca “Hipercandombe” de La Máquina de Hacer Pájaros en Youtube. Y ahí tenés el video.  Hace 30 años, cuando no existía eso, tenías que estar sentado horas y horas sacando el tema, bajando la velocidad de un disco de vinilo, tocando, y eso te llevaba mucho tiempo. Hoy todo es más rápido, el tema es que, al ser así, agarrás lo primero que encontrás, lo que es un  gran problema. En cambio, si te ponés a investigar y te metés en eso, no sabés dónde terminarás, pero es bueno porque tenés una capacidad de conocimiento que no podés tener en ninguna otra cosa. Por internet incluso podés comprar un CD con libros de armonías, con partituras de Jazz, y podés estudiar la armonía”.



Hay estilos como el Trap que hacen pensar que esa curiosidad, investigación, creatividad e imaginación se están perdiendo…

“Lo que veo es que es otra época. Hay simplificación en la música para que llegue más rápido al público. Hay videos que explican que la capacidad de atención del ser humano actualmente son 8 segundos, y si cada 8 segundos le cambiás algo a la canción te prestarán atención, si no, no funciona. Los productores están en eso: hay canciones de Bruno Mars que cada 8 segundos cambian algo, y pensás “este tipo es un genio de la venta, conoce el mercado”. Conocí a un chico que trabaja en una plantación en Monterrico, es trabajador rural y quiere cantar Trap y Reggaeton, y pensando cómo ayudarlo, me puse a investigar y encontré cosas en África que son muy distintas. Hacen la música de forma muy diferente, son los reyes del ritmo, y se nota. Ahí te das cuenta que no es igual a lo que nos venden acá, que es siempre igual, sino que tienen variaciones que te dejan mudo. La música, la humanidad, todo salió de África”.



Después de tocar en el Festival “Rock en las Montañas” en Tafí del Valle, invitados por el productor “Chimpy” Molina, quien fue manager de Karma Sudaca y Ave Nocturna, en los 90, Droopy contó que “la posibilidad de volver a Tucumán, a Tafí del Valle, fue curiosa, porque viajamos a la provincia pero nunca estuvimos en Capital, sino en Tafí, en 2010 y 2020. Esperamos que no tengan que pasar otros diez años para volver. Nuestra idea es tratar de tocar y salir de la provincia; algo que no pudimos hacer es salir mucho de Jujuy, principalmente porque es muy costoso hacerlo. Compramos una Traffic algo viejita y la estamos acondicionando porque creemos en un proyecto. No sabemos cómo trabajan las bandas acá, pero es como que el mito de “Sexo, drogas y Rock N´Roll” les cae tan fuerte que solo piensan en subir al escenario, pero Cabarette, si tiene 15 años, no es porque nos guste tanto la fiesta, sino porque creemos que es un proyecto que puede llegar más lejos de lo que lo hicimos. Económicamente no podíamos, pero nos ayudaron para comprar el vehículo, acondicionarlo, y podemos pensar en la banda. No veo eso en ninguna banda en Jujuy. En el Folklore sí, que solo les falta tener un transatlántico, tienen de todo. Es entendible que tiene más movimiento, hay más festivales, pero en el Rock no existe la mentalidad de decir “este es un proyecto grupal, en el que trabajaremos todos, sabiendo que no se gana dinero, pero porque hacemos mal las cosas”, y en lugar de ir en colectivo a Salta podríamos pensar en comprar una camioneta, viajar a Tucumán, a otras partes del interior, y eso es lo que queremos hacer. También tuvimos la idea por una fecha que tocamos en Ciudad Cultural, a la cual el bajista tardaba en llegar. El primero que llegó fue quien siempre llegaba tarde; el segundo, quien vivía más lejos, y cuando llamamos a su casa nos dijeron que había salido a mediodía. Al rato apareció caminando, con el bajo a cuestas, y colorado por el calor. Vive en barrio Alto Comedero, y por no decirnos que no tenía dinero ni para tomar un colectivo, ni preguntarnos si podíamos buscarlo, caminó hasta allí”.

Fotografía 9: cortesía Prisma, https://www.facebook.com/alejandro.d.garcia.940/timeline?lst=1490162998%3A1505023216%3A1579628525.

  










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